Mis amigas

Hay gente a la que puede hacer años que no ves y seguir siendo mas que importantes en tu vida, algo parecido es lo que me ocurre con dos de mis amigas norteñas. Han sido impactantes, exasperantes, maestras, pacientes, amigas sin las que creías no poder estar y aquellas que en su ausencia te enseñaron mas que cuando te cogían de la mano.

Con ellas y mi adorada Dulceveneno, aprendí todo lo que era el ambiente, como se movía, como no ahogarse en amores desesperados y quizás lo mas importante a perder la inocencia sin que supusiera perderme a mi misma.

Creo que las he querido casi tanto como llegue a no comprenderlas, me volvían loca con sus acertijos, sus preguntas a las que yo era la única que podía darles respuesta, su eterna costumbre de hacerme ver mas allá de lo que dictaban las normas, planteándomelo todo, obligandome a su manera a no aceptar nada y cuando creía saberlo, volviendo a desmontarme todo el castillo de nuevo.

Pero un día la cuerda se tenso hasta romperse, hasta que hizo falta poner cierta distancia para tomar un camino nuevo sin Cicerones en quien apoyarse para aprender otras cosas que a su lado eran imposibles.

Descubro al volver a hablar con ellas que siguen poniéndome nerviosa, que logran colocarme en la posición de aprendiz continuamente, aunque creo que he cogido un poco mas de cintura para esquivar provocaciones, (aunque sigo siendo un poco miura, jeje), y aun así, a pesar de todo, lo que mas me gusta de mis amigas es precisamente todo eso.

Me gusta que me provoquen, que me obliguen a pensar mas allá, que me pongan nerviosa y sigan convertidas en ese beso que nunca me atreví a dar.

Me gusta porque son mis amigas, cerca o lejos, aunque no estemos de acuerdo, me gustan porque las quiero sin mas.